Estimada dislexia,
Estoy orgullosa de ti, de tu compañía a lo largo de mi vida, aunque seamos sinceros, me lo hiciste pasar muy mal al principio. Fuiste crucial al forjar mi personalidad, obligándome a medirme en desventaja con mis compañeros, a lidiar ante las etiquetas entre profes que traspasaban hasta mi casa.
Aunque me permitiste sobresalir a veces por mi singular perspectiva, agilidad o claridad mental. Un respiro a mi confianza era encontrar juntos soluciones creativas y diferentes, siempre supe que interviniste en mi forma de comunicarme, escuchar y observar los detalles, potenciaste mi lado artístico; también te debo una estupenda capacidad autocrítica y un gran sentido del humor, forjado desde la autodefensa… y recuerdo bien que hasta estuviste presente en mis primeras citas, cuando había que aprenderse los teléfonos y no había WhatsApp.
Hoy, en mi etapa adulta, con una niña que juega con la misma amiga invisible que tuve yo, me toca contarle que la conozco, decirle que vaya suerte tiene de contar con su compañía, y la advierto que tendrá que esforzarse en el cole. Espero que sea sólo hasta que aquellos que velamos por el bien estar en la infancia y adolescencia consigamos que, tener dislexia solo sean ventajas.
No es mucho pedir, sólo actuar.
Raquel Serrano